Mi madre siempre me dijo que tenía la cabeza llena de pájaros, y hoy por hoy sigue creyendo fiel en ello. No la culpo. Aunque sinceramente, más que pájaros creo que lo que me anida a mi es otra cosa, quizás hasta menos sana que los pájaros, a los que echo de menos desde que se fueron a emigrar a otra cabeza. Cuando lo que tienes en la cabeza son ideas que ni tú entiendes la cosa viene a ser más complicada. Y mi cabeza es como una habitación llena de cajones vacíos pero con miles de papeles por los suelos. Ya no sé ni como ordenarla y me da miedo que cuando me ponga a ello lo que saque en limpio sea peor que el desastre anterior.
Ya decía la canción: somos hijos de una mala revolución, y salir de fiesta es la única solución.
Vamos a decir cualquier cosa que cause confusión a cerca de quién somos y que vamos a hacer, a confundir a esos niños grandes que se disfrazan de adultos. MI cabeza está desordenada pero encuentro un orden en el desorden, el problema viene cuando ese orden me cambia y sé que lo que viene a continuación no me va a gustar, esa sensación que tan bien describe un Luná(tica) en Freedom, esa metralleta en el estomago que me hace sentir tan tonta, tan diferente a lo que suelo ser.
Esta edad es perra si, pero nosotros tenemos más perrerías para ella, si somos hijos de una revolución, es porque sabemos luchar. Y yo ya no quiero caras largas ni malas sonrisas, quiero ser mil cosas sin dejar de ser yo y sentir de mil maneras sólo cuando lo sienta oportuno, quiero decirme mil cosas y contradecirme después. Me da igual estar jodidamente loca, quiero ser libre.
No quiero tener pájaros en la cabeza, quiero ser yo la que sea como un pájaro. Y volar, bien alto.
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