martes, 13 de agosto de 2013


'No paraba de pensar en que podría poner en la carta pero por otra parte una vocecita a la que Nay no solía hacer mucho caso le decía que no era de su incumbencia, así que por alguna razón esa noche le hizo caso. Quizás lo hizo porque Nay nunca acostumbraba a tener gente a su lado, y ese chico no iba a ser menos, le había devuelto el favor, en el momento en el que se encontrase lo suficientemente bien como para andar saldría por la puerta, mientras tanto, mientras menos cosas supiera de él o la vinculasen a él, tal que mejor. Aunque el hecho de pensar en que el que se recuperase podría llevar semanas, no la alentaba mucho. Luego estaba el caso de que no quería que nadie supiera de dicha situación, Nay ya tenía su propia reputación (escasa puesto que nadie la conocía del todo, pero la tenía) la chica seria, que trabajaba el cristal y que no salía de casa si no era estrictamente necesario o si no iba al bosque a desvariar un poco. La misma que todos conocían pero que no se dejaba conocer, que solo mantenía conversación breve si se la brindabas tú primero o si se trataba de la loca de Duna o el mago de la ciudad.
No se equivocaban del todo, era cierto que Nay evitaba salir de casa si no era necesario, como también lo era que hacía mucho que no reía de verdad o se relacionaba con alguien. ¿Para qué? Ella estaba segura de que a cada persona que conocía podría llegarse a encariñar y por lo tanto, a brindarle un cacho de ella misma, y no es que ella se considerase gran cosa o supiera demasiado sobre su persona como para brindarle confianza a alguien que podría irse en cualquier momento y llevarse un cacho más de su existencia, y no, ella no quería estar partida en pedazos y llorar por cada uno que pierde. Era feliz así y si no lo era del todo realmente, los demás no tenía por qué saberlo.'

>> Fragmento de una historia de alguien que necesitaba un confesionario de papel.
Alejandra.

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