'No
paraba de pensar en que podría poner en la carta pero por otra
parte una vocecita a la que Nay no solía hacer mucho caso le decía
que no era de su incumbencia, así que por alguna razón esa noche le
hizo caso. Quizás lo hizo porque Nay nunca acostumbraba a tener
gente a su lado, y ese chico no iba a ser menos, le había devuelto
el favor, en el momento en el que se encontrase lo suficientemente
bien como para andar saldría por la puerta, mientras tanto, mientras
menos cosas supiera de él o la vinculasen a él, tal que mejor.
Aunque el hecho de pensar en que el que se recuperase podría llevar
semanas, no la alentaba mucho. Luego estaba el caso de que no quería
que nadie supiera de dicha situación, Nay ya tenía su propia
reputación (escasa puesto que nadie la conocía del todo, pero la
tenía) la chica seria, que trabajaba el cristal y que no salía de
casa si no era estrictamente necesario o si no iba al bosque a
desvariar un poco. La misma que todos conocían pero que no se dejaba
conocer, que solo mantenía conversación breve si se la brindabas tú
primero o si se trataba de la loca de Duna o el mago de la ciudad.
No
se equivocaban del todo, era cierto que Nay evitaba salir de casa si
no era necesario, como también lo era que hacía mucho que no reía
de verdad o se relacionaba con alguien. ¿Para qué? Ella estaba
segura de que a cada persona que conocía podría llegarse a
encariñar y por lo tanto, a brindarle un cacho de ella misma, y no
es que ella se considerase gran cosa o supiera demasiado sobre su
persona como para brindarle confianza a alguien que podría irse en
cualquier momento y llevarse un cacho más de su existencia, y no,
ella no quería estar partida en pedazos y llorar por cada uno que
pierde. Era feliz así y si no lo era del todo realmente, los demás
no tenía por qué saberlo.'
>>
Fragmento de una historia de alguien que necesitaba un confesionario
de papel.
Alejandra.
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