lunes, 20 de agosto de 2012

Dar sin recibir.



Mi madre solía decir que el amor nunca se malgasta, aunque no te lo devuelvan en la misma medida que mereces o deseas. 
-Déjalo salir a raudales -decía-. Abre tu corazón y no tengas miedo de que te lo rompan. Los corazones protegidos, acaban convertidos en piedra.


El café de los corazones rotos (Penelope Stokes).

jueves, 16 de agosto de 2012

No es mentir, es decir la verdad a medias.








Todos tenemos un secreto escondido bajo llave en el ático de nuestra alma.






Marina (Carlos Ruiz Zafón).

viernes, 10 de agosto de 2012

Secretos

Edgar volvió la vista para ver a la niña frente a sí. Tendría unos cinco años y su cara pecosa lo miraba.
-Hola-dijo la niña y Edgar le saludó con la mano- Mi mamá dice que no puedes hablar ¿Es eso cierto?

Edgar asintió y la niña le lanzó una mirada admirativa- ¿Ni un susurro?
Edgar meneó la cabeza y se encogió de hombros.
-Mi madre dice que debería parecerme más a ti, pero no puedo, las palabras me salen solas, yo creo que si puedo hablar debo hacerlo. Yo me parezco a mi abuela, ¿Sabes que dice de ti?
Edgar no sabía quien era la niña, ni su madre, ni su abuela, pero de algún modo le resultaba familiar. <<Dime>> le dijo en signos aun sabiendo que ella no lo entendería.
-Ella dice que antes de nacer Dios te contó un secreto que nadie más quería que supieras. 
<<Podría escribirla>> Pensó él, pero luego entendió que entonces perdería la magia, además era una bonita manera de verlo.


"La historia de Edgar Sawtelle" (David Wroblewski) 

Se puede matar al soñador, pero no al sueño


Porque lo bonito de soñar es que siempre quedará esperanza para lograr el sueño.

Un solo beso





Un beso es un beso, solo tiene el valor que tú le quieras dar.
Puede no significar nada... a cambiarlo todo.


Memorias de Idhún (Laura Gallego García)

miércoles, 1 de agosto de 2012

El complicado ser humano.


Me levanto por la mañana.
Salgo de mi casa.
Hay un socavón en la acera. 
No lo veo 
y me caigo en él.

Al día siguiente 
salgo de mi casa, 
me olvido de que hay un socavón en la acera, 
y me vuelvo a caer en él.

Al tercer día
salgo de mi casa tratando de acordarme
de que hay un socavón en la acera.
Sin embargo,
no lo recuerdo
y caigo en él.

Al cuarto día 
salgo de mi casa tratando de acordarme
del socavón en la acera.
Lo recuerdo y,
a pesar de eso,
no veo el pozo y caigo en él.

Al quinto día 
salgo de mi casa.
Recuerdo que tengo que tener presente 
el socavón en la acera
y camino mirando al suelo.
Y lo veo y,
a pesar de verlo,
caigo en él.

Al sexto día
salgo de mi casa.
Recuerdo el socavón en la acera.
Voy buscándolo con la mirada.
Lo veo,
intento saltarlo,
pero caigo en él.

Al séptimo día
salgo de mi casa.
Veo el socavón,
tomo carrerilla,
salto,
rozo con la punta de mis pies el borde del otro lado,
pero no es suficiente y caigo en él.

Al octavo día,
salgo de mi casa,
veo el socavón,
tomo carrerilla,
salto,
¡llego al otro lado! 
Me siento tan orgulloso de haberlo conseguido
que lo celebro dando saltos de alegría...
Y, al hacerlo,
caigo otra vez en el pozo.

Al noveno día,
salgo de mi casa,
veo el socavón,
tomo carrerilla,
lo salto 
y sigo mi camino.

Al décimo día,
justo hoy,
me doy cuenta
de que es más cómodo caminar...
por la acera de enfrente.